Terapia feminista

El conocimiento de la terapia y psicoterapia feminista es algo relativamente nuevo en América Latina. En Europa y Estados Unidos, surgió a fines de 1960 en el contexto de la revolución feminista que promovió los grupos de autoconciencia. En España también vemos algunos aportes, donde destacan los trabajos de Victoria Ferrer, Margarita Gili y Esperanza Bosch (Orellana, 2022).

Esta forma de hacer terapia entiende que las mujeres pueden experimentar diferentes problemas que le generan malestar e intervienen su subjetividad, como un resultado de opresión patriarcal. Es decir, los problemas personales son políticos y por lo tanto su abordaje no puede hacerse desde un subjetivismo psicologicista.

En Chile, la Escuela Autónoma de Terapia Feminista Mundanas, es el primer centro que se dedica a la formación de mujeres en lo que ellas llaman Terapia Situada Feminista. Entienden por esta terapia un ejercicio de conciencia y reflexión para que las mujeres puedan encontrar su propia subjetividad fuera del patriarcado. "Es una propuesta política para la recuperación del ejercicio y el efecto de los acompañamientos terapéuticos en nuestro contexto actual, reformulando el análisis sobre el malestar psicológico, a partir de las implicancias materiales y simbólicas que estructuran las historias de vida y sobrevida de las mujeres y niñas que resisten a las condiciones de una cultura fundada en la misoginia como paradigma social" (Mafe Solar, 2022, p.9).

La terapia feminista es un cambio social e individual que entiende que las mujeres se encuentran en una situación de desventaja en el mundo. Las especialistas en este tipo de terapia exponen la necesidad de empoderar a las mujeres, haciéndolas conscientes de las desigualdades sociales y entendiendo que "lo personal es político". Las y los terapeutas feministas consideran esencial el establecer una relación de igual con su cliente. El empoderamiento del cliente es uno de los objetivos principales en terapia, ayudando a la persona a que encuentre sus propias herramientas y determine su autonomía. Establecer un contrato entre terapeuta y cliente es también esencial para determinar los objetivos que se quieren conseguir, dejando constancia de que la persona que acude a terapia es responsable de sí misma.

Es una corriente psicológica que puede resultar útil tanto en mujeres como en hombres, ya que los hombres también se encuentran condicionados por cuestiones de género.


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